jueves, 19 de julio de 2007

BORRADOR DE UN SENTIMIENTO

La desaparición de un amigo, en las condiciones en que nos abandonó Jairo González Triana, el día 25 de Mayo de 2007, que son materia de investigación de las autoridades, quienes muy juiciosas y eficientemente, hicieron el levantamiento del cadáver, se lo llevaron para medicina legal y la sub-secuente autopsia para luego ser noticia en los noticiarios y periódicos, nos hace reflexionar que el misterio es necesario para mantener la impunidad de los responsables que lo condujeron al salto al vacío.

Las preguntas se quedan sin resolver, porque no se trata de saber si fue suicidio u homicidio, cualquiera que hubiera sido la salida al problema, elegida o no por el amigo Jairo González Triana, sigue el misterio ocultando unas causas. Que no parecen provenir de su entorno familiar, ni del círculo económico en que se movía.

¿Qué lleva a un funcionario ejemplar, un viernes en el comienzo de la noche,. a caerse por voluntad propia y/o empujado al vacío?

¿Qué conduce a que una persona cuyo comportamiento público lo caracterizaba como un personaje equilibrado, con planes para el futuro, porque estaba próxima su jubilación, casi 38 años de servicio al estado, sin problemas económicos, familiares, afectivos a “suicidarse”, tomando como plataforma de lanzamiento las obscuras escaleras de emergencia del edificio?

Se escuchan comentarios que apuntan a que su perfil de comportamiento público y conocido, no coincide con perfil de suicida, todos los que le conocimos, desde Sevilla, donde fue funcionario de la Zona Sanitaria y/o UES, como supervisor y Técnico en Saneamiento, hombre de confianza de la dirección de dicha organización se destacó como siempre por su responsabilidad y rectitud a toda prueba. Eficaz colaborador, amigo, compañero, no son los comentarios que salen frente a cualquier finado, es que de verdad un buen hombre.

Duele expresarse así, porque dos horas antes de la infausta noticia, le salude alzando el brazo: ¡Qué hubo Viejo Jairo! y el me contesto: ¡Qué hubo Viejo Omar!, fue en el piso 11 del Edificio en las Dependencias de la Secretaría Departamental de Salud. Después le vi en el primer piso, saliendo igual que la mayoría de compañeros de esta familia Gobernación, yéndose para casa, pero... se devolvió. No supe las razones, quizás la lluvia le hizo pensar que se demoraría la consecución de algún transporte, no pasaba taxi libre, todos ocupados.

Fue en mi casa, en medio de la celebración del cumpleaños de mi mujer, cuando entró una llamada a mi celular de mi hija, preocupada, porque alguien de 50 años se había arrojada de un piso alto del edificio San Francisco, se tranquilizó porque no se trataba de mi mismo.

Simultáneamente a mi mujer le llamaron para preguntar por la suerte de un papá que coincidía con la información escueta de notipacifico y que sus familiares preocupados preguntaban: pero Miguel Angel había salido del Edificio desde las 5. p.m.

Luego, fue la confirmación desde dos voces simultaneas, una llamando a mi mujer: Esperanza López y otra llamándome a mi: Guillermo Gómez, que Jairo González era la persona que había muerto, cuyo cuerpo había sido recogido para llevárselo a medicina legal, eran las 9:30 p.m.

El dolor, la no aceptación del in suceso, la comunicación a amigos, a quien fue su profesor en el CENTRA: El Ingeniero Marino Viveros, a quien también fue su amigo: El Ing. Guido Briceño. La locura que sucede cuando la vida nos da un golpe bajo como ese. La familia, el velorio, el sepelio, la afirmación en TV de un Funcionario hablando de investigación exhaustiva.

Luego el lunes: asomarse al sitio donde supuestamente se lanza, ver el sitio donde cayó, esa curiosidad mórbida del que no quiere creer que un amigo le haya pasado eso.
Las preguntas sin solución cuyas respuestas se las llevó a la tumba y cuyo misterio sin solución, nos venderán después la idea de que será más difícil de resolver que el Misterio de la Santísima Trinidad, solo quiero señalar con este escrito que quedarse callado implica aceptar la impunidad como algo natural a nuestra perversa realidad violenta.

Será que como funcionarios y amigos de Jairo necesitamos mayores motivos para pronunciarnos por escrito.

Existen muchas dudas, de esas que fueron señaladas en el periódico Quihubo que nos preocupan, como ciudadanos no podemos aceptar que nuestra casa principal, en este espacio del trabajo vivimos el mayor tiempo de nuestras vidas, haya sido el escenario de un probable asesinato o de un suicidio motivado por razones que deben ser investigadas, de lo contrario nuestra casa estará habitada por fantasmas temerosos de que los factores de riesgo que condujeron a una caída al vacío, sigan presentes en el edificio.

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